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Disuasión

La Pena de Muerte como forma de Disuasión contra el Asesinato

En un estu­dio reciente real­iza­do por los pres­i­dentes pasa­dos y actuales de las sociedades académi­cas de crim­i­nología más pres­ti­giosas del país, el 84% de los exper­tos rec­hazó la noción de que la pena de muerte pre­viene asesinatos (Radelet y Akers, 1996).

Una inves­ti­gación pre­sen­ta­da en Estudios de Homicidios, Vol. 1, No. 2, Mayo 1997, indi­ca que las eje­cu­ciones actual­mente pueden aumen­tar el número de asesinatos en vez de reducir­lo. El pro­fe­sor Ernie Thompson de la Universidad del Estado de Arizona encon­tró un efec­to bru­tal de las eje­cu­ciones en Arizona, de acuer­do con los resul­ta­dos de un estu­dio sim­i­lar en Oklahoma.

Mientras que el uso de la pena de muerte ha ido dis­min­uyen­do en los Estados Unidos, el número de asesinatos y el índice nacional de asesinatos se redu­jeron en el 2004 según el Reportaje del Crimen Uniforme de FBI2004.

El Reportaje del Crimen Uniforme de FBI, 2010 infor­ma que el Sur de los Estados Unidos tiene la pro­por­ción más alta de asesinatos. En 2000, el Sur fue la úni­ca región por enci­ma de la pro­por­ción nacional. El Sur del país es respon­s­able del 80% de las eje­cu­ciones en los Estados Unidos. El Noreste tiene el índice más bajo de eje­cu­ciones en el país, con menos del 1%.

El artícu­lo La pena de muerte: no hay evi­den­cia de dis­uasión, de los autores John Donnohue y Justin Wolfers, eval­uó estu­dios estadís­ti­cos que afirma­ban demostrar que la pena de muerte tiene un efec­to dis­ua­so­rio. Concluyeron que las esti­ma­ciones que afir­man que la pena cap­i­tal sal­va vidas sim­ple­mente no son creíbles”. Los autores afir­man que uti­lizan­do los mis­mos datos que los estu­dios que evalúan y la metodología ade­cua­da, se lle­ga a la con­clusión exac­ta­mente opues­ta: es decir, que la pena de muerte en real­i­dad aumen­ta el número de asesinatos. Los autores afir­man: Demostramos que con el más mín­i­mo ajuste de los instru­men­tos [de inves­ti­gación], se pueden obten­er esti­ma­ciones que van des­de 429 vidas sal­vadas por eje­cu­ción has­ta 86 vidas per­di­das. Estas cifras están fuera de los límites de la cred­i­bil­i­dad”. (La voz de los econ­o­mis­tas, abril de 2006).